Una quemadura y un raspón producen síntomas muy parecidos aunque sus causas sean muy diferentes. Las quemaduras pueden ser producidas también por corriente eléctrica o materiales químicos cáusticos.
Igual que los niños pequeños, los perros también se encuentran expuestos a quemaduras y escaldaduras en la casa, por lo que en ambos casos debemos tomar toda clase de precauciones; es muy común que un perro se produzca severas escaldaduras en la lengua y la boca al tratar de robar un trozo de carne que se está preparando en un asador, o que sobre su lomo de derrame un café muy caliente. Otro riesgo es que el perro se encuentre muy cerca de la chimenea o un fuego cualquiera. Muchos cachorros reciben descargas eléctricas porque muerden los cables.
Las quemaduras se clasifican en “grados”, que van de lo superficial, en las que queda suficiente tejido para restaurarse solo, hasta quemaduras profundas, en las que también se afectan tejidos u órganos internos, por lo que el cicatrizado es difícil y se producen dolores intensos y desfiguración.
Con todas las quemaduras, pero particularmente con las profundas, el mayor riesgo es el shock, y secundariamente la infección. Ocasionalmente, y en especial con perros de largo pelaje, las consecuencias no son evidentes y la infección se manifiesta tiempo después.
El procedimiento de primeros auxilios consiste, primariamente, en verter lentamente agua fría sobre la parte afectada durante unos diez o quince minutos, lo que aliviará el dolor y limpiará la excoriación. Si la piel no presenta grave daño, simplemente se la deberá cubrir con una gasa o algodón y cinta adhesiva, comunicándose con el veterinario para solicitar su consejo. Si las quemaduras han afectado la piel con cierta profundidad se deberá llevar al perro al veterinario, y en caso de que las quemaduras sean profundas, lo más humanitario es practicar la eutanasia.